Tal y como lo prometió en entrevista, Héctor Infanzón transformó el Lunario de la Ciudad de México en una pequeña metrópoli única, tal como la visión del pianista.
Un par de organilleros recibían a cada uno de los asistentes a la entrada del salón mientras éstos pasaban a ocupar sus mesas y esperar el inicio de la velada; mismos que poco después de las 9 de la noche subieron con cautela al escenario para marcar el comienzo del evento.
Héctor apareció sonriente y relajado en la parte trasera de la tarima, pegó una hoja en la pared más cercana con la leyenda “se arregla y se compone a domicilio” y se sentó en el banquillo de su piano. A lo largo del escenario lo acompañaban su sobrino el bajista Adrián Infanzón, el excelente baterista Giovanni Figueroa y el percusionista Luis Gómez.
Un tendedero con ropa, simulación de calles y avenidas como 16 de Septiembre, paredes viejas de tabique, lo que parecía ser un fonógrafo, un puesto de revistas y periódicos, una simulación de viviendas típicas del centro de la ciudad de México, fotografías antiguas de eje central y otras partes del DF además de sonidos callejeros, fueron los elementos que Infanzón utilizó para crear un ambiente cien por ciento citadino combinando a la perfección con sus composiciones.
El pianista siempre mantuvo contacto con el público pues cada dos o tres canciones se dirigía a los presentes para explicar un poco del contexto, las historias y los sentimientos que engloban cada una de sus composiciones. Tal fue su participación con los espectadores que éstos formaron parte de una melodía realizada con sonidos de manos, dedos y toques en el cuerpo. Los golpeteos simulaban una lluvia que iba desde un pequeño chispeo hasta una lluvia fuerte y abundante.
Finalmente el evento superó las expectativas que el maestro había manejado con anterioridad y se vivió un ambiente agradable mientras Infanzón trasportaba a todos en el lugar a una ciudad más amable que la que se vive a diario.
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